El club de los genios (que se aburren de serlo)

En la historia se han conocido (y se han inventado) infinidad de clubes (sectas, logias, etc.) de gente ilustre, donde la entrada de las “personas normales” está prohibida. La fama y el renombre de estos grupos de reuniones, se debe mas que nada al desconocimiento de lo que sucede dentro de ellos. Es decir, se deja conocer de alguna manera su existencia, pero se mantiene en secreto lo que se hace en dichas tertulias, y este halo de misterio es lo que le da curiosidad al pueblo, lo que transforma en mito estos hechos. Nuestra imaginación, la de aquellos que no calificamos para entrar en estos círculos, vuela imaginando charlas de elevadísimo nivel, descubrimientos asombrosos y frases celebres y filosóficamente impecables.
Ahora bien, porque imaginar esto?. Acaso un obrero de la construcción (por mencionar un ejemplo) se la pasa hablando de cemento?. Acaso los genios no se cansan de su trabajo?. A mi entender, por el contrario del pensamiento popular (pero sin faltarle el respeto), creo que si un grupo de gente notable, (artistas, científicos, etc.) se junta, es para alejarse de su realidad cotidiana: para dejar de ser genios por un rato, huirle a esa presión. Pero claro que esto jamás podría ser de conocimiento publico, pues derrumbaría su imagen en cuestión de segundos.
Borremos todo concepto de tiempo y espacio para imaginar algunas de esas “sublimes reuniones”. Imaginemos que este mundo paralelo, grandes baluartes de la cultura se reúnen para dejar de serlo, aunque sea entre ellos, pues no tienen que demostrarse nada entre si.
Veamos en un rincón a una multitud de científicos, molestando a Van Gogh y Beethoven al grito de “Eh! Sordos!.”, y a estos dos haciendo caso omiso de las agresiones y continuando su charla por señas.
En otro sector de la sala, cerca de la cocina, a algunos de los mas refinados condes y príncipes, llevándose grandes porciones de mayonesa a la boca con sus propias manos.
A grandes escritores, desde Shakespeare a Cortazar, sentados en ronda, contándose chistes subidos de tono, los cuales la mayoría comienzan con frases como “Iba una lesbiana al ginecólogo…” o “El enano le dijo al burro…”.
A Einstein (sacando la lengua, obvio), armando bombitas de olor, para luego arrojarlas en mitad de salón y dándose a la fuga al mismo tiempo.
A todos juntos, haciendo burlas por teléfono a gente desconocida, o bien, llamando a un par de stripers para pasarla bien un rato.
Me gusta imaginar esto, pensar que los genios son humanos que se cansan de ser lo que son y prefieren bajar a un nivel normal cada tanto, e incluso más abajo también, a modo de descarga.